Empecé a perder el control a raíz de noches como estas. La pequeña dosis de nerviosismo sufre una metamorfosis al unirse con la ansiedad y provocarte un insoportable insomnio.
Noto físicamente como cientos de orugas deambulan por el interior de mis pulmones, el aire raspándome cuando entra y cuando sale de mí, impidiéndome emitir un aullido desesperado. Tras varias horas retorciéndone de agonía en la cama lo único que deseo es gritar hasta abrasarme la garganta y desgarrar todo a mi paso.
Un circuito de arañazos y cardenales reflejan la desesperación que empapa estas sábanas. Sería más fácil aclarar qué o quiénes roban mi sueño, sin duda, pero jamás harán nada por cesar. Putas noches. Y absolutamente ningún alma a tu lado para prometerte que acabará algún día, cada uno duerme en su infierno. Pero a algunos hombres aun nos da miedo dormir solos.
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