Ese mágico espectro aparentemente infinito que nos niega la visión de la realidad, la niebla, una mancha blanca que todo lo cubre y tapa nuestra visión.
Siempre me han fascinado esos largos viajes en coche cuando hay una niebla muy densa. Miraba por la ventanilla y veía blanco, el parabrisas: más blanco. Parece como si me hubieran metido en alguna sustancia, como si el coche no fuera a avanzar por culpa de esa masa viscosa que nos rodea. Pero no, el coche avanza, y según atravieso un metro de niebla, ésta continúa el viaje conmigo. Etérea y navegable, infinita pero amable, así es la bruma que enturbia mis pensamientos.
En el fondo, quizás, la niebla es mi amiga, pues al emborronar mi vista niegan a mis ojos la posibilidad de caer presa de un espejismo . La niebla es, en definitiva, la mejor defensa contra las ilusíones...
