sábado, 15 de septiembre de 2012

Ventriloquía

La araña, cuando atrapa un insecto en su red, se alimenta de todo el material blando del interior y deja el cascarón vacío. En ocasiones introduce sus huevos en el pétreo cadáver y lo mantienen a salvo de sus depredadores.
Todo el interior resulta dulce, tierno y lleno de una serie de propiedades que hacen que sirva para algo. Si la mosca se vacía deja de ser mosca.
Lo mismo sucede cuando un ventrílocuo maneja su muñeco, con un trasfondo y una historia de persona real, pero no deja de ser un armazón artificial para albergar un alma inexistente. Las conversaciones que puedas tener con esas marionetas no son más que el reflejo de la voluntad de su titiritero.
Los juguetes son muy fáciles de identificar. Basta con dirigirte a ellos y sólo recibir respuesta de quien les controla. La comunicación es imposible, pues no es con ellos con los que hablas, por muy real que sea su aspecto o fieles suenen sus palabras. Se trata de un guión preacordado, sin ninguna lógica ni coherencia.

La única moraleja que puedo sacar de este descubrimiento es: cuando la marioneta se libere de su tiránico juez, sólo entonces podrás tener una conversación con ellos.

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