Hoy he mirado a través de un cristal. Y he mirado a través de miles de cristales a lo largo de mi vida. Tantos y tan diferentes…
Un cristal impide que el viento enfríe tu casa. Un cristal da luz y calor. Otro hace que esa foto no se manche o se estropee. Probablemente ahora estés leyendo esto a través de un cristal. Curvas un cristal y ves mejor, dos cristales y puedes ver una célula o un planeta a millones de kilómetros de ti.
Un cristal es frágil, transparente, es como agua sólida tallada por el más maravilloso de los orfebres. Una hermosa trampa con la habilidad de reflejar la luz y mandarnos una imagen irreal desde otro lugar. A veces, el cristal no es transparente, si no que se viste con una piel de falso relieve, que emborrona lo que a través de él pasa, lo convierte en una vaga silueta de lo que fue. O quizás se combe ligeramente en algunos puntos estratégicos, creando distorsiones grotescas, creando ilusiones.
Entonces un puño destruye esa imagen. Estalla en mil pedazos, y cada fragmento manchado en sangre desvanece la imagen. Porque un cristal es frágil, pero puede ser lo más duro que me haya encontrado jamás.