viernes, 12 de octubre de 2012

Sueños de un niño ilusionado

El rosto iluminado, las mejillas gruesas y sonrosadas. La nariz afilada y los ojos invitándote a saltar al mar. Y que el sol se refleje en su pelo dorado cegando los sentidos de cualquier hombre." Esa era la receta para construir una diosa en el Olimpo.

 Escalé la pesada montaña luchando contra el sol. Toqué su piel al atravesar las nubes. Por sus caderas caían cascadas del agua más pura y cristalina, haciendo parecer al cielo una aberración de los demonios. 

Su mirada llenaba mi alma con el amor que ni siquiera una madre es capaz de dar. Era mi sangre, era el fuego. Era la sacerdotisa que con sus rituales me mandaba al Paraíso. Y la daga ceremonial se clava en mi pecho, cayendo de la cumbre. Mi cadáver se aproxima al suelo. 

Todo había sido un sueño, muy real y muy profundo, tus ojos no tienen dueño porque no son de este mundo. 

Esa frase que con 8 años no entendía. Cuando inventé una diosa para entender tantas canciones... Para, en el futuro, subirme al podio y gritarle a mis propios ojos que me quitaron el sueño. Y me llevaron a cumplirlo.