martes, 21 de agosto de 2012

Tears of losing

Sigo sin entender muy bien qué ha pasado. Mi corazón anciano ha sufrido otro achaque con un nuevo ataque a su integridad. Un golpe severo que pone mi seguridad en juego.

Algunos actúan de medicina ayudándome a olvidar mi dolor mediante falsas sonrisas. Y esas mentiras suavizan la verdad, proporcionando días sin demasiadas perturbaciones. Pero tras la despedida de mis píldoras un suave jarabe de caramelo me ha ofrecido su viejo aroma. He visto llegar uno de mis tesoros, que  hacía tiempo que no tenía el placer de encontrar. Y su sabor era amargo. Su efecto no era el mismo. No me ha curado. Una reacción adversa debe haber alterado su composición, los efectos secundarios han aparecido, y ahora mi cuerpo se resiente con insoportables dolores.

¿Qué te he hecho, niña, que me haces llorar? Si sabes que nadie me dio lo que tú, que fuiste un hombro y un guía tanto tiempo. Quizás no hice todo lo que pude, o no supe ver si me pediste ayuda. Me acostumbré a que las gotas de sangre se derramaran de mi cuerpo, a quedarme solo y vacío. Y fuiste tu la única que me escuchó. No quiero perderte, no puedo. Eras esa pequeña mosca detrás de la oreja que no se puede evitar querer.

Esas gotas caen poco a poco. Y tu no supones una simple gota para mí. Eres más que suficiente para dejarme seco, apático sobre una cama y sin fuerzas para seguir. Te echo de menos. A la loca sobre la papelera, al bicho que besaba su iPod al ritmo del "chinonino".

Y desde mi trono de siempre, donde tantas lágrimas han caído, te pido perdón por todo lo que he podido hacer. Por una palabra tuya sangraré con gusto, por una sonrisa me descarnaré los puños.

Te quiero.
Firmado: Tu lamparita.